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La política no sigue igual

El presidente Pedro Sánchez, junto a su esposa, Begoña Gómez, en una cumbre en la Alhambra

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Los cinco días que conmovieron a la izquierda española terminan con el líder con ánimo y determinación para dar la batalla. Le han tocado, pero no le ha hundido. Para la derecha todo ha sido otra prueba más de la infinita maldad del sanchismo. Para la izquierda y sus socios ha sido una catarsis regeneradora. Parece que no cambia nada, pero lo cambia todo. Ese es el mensaje y ésa ha de ser ahora la consecuencia. 

Gustará más o gustará menos, pero Pedro Sánchez ha hecho exactamente aquello que dijo que iba a hacer: decidir si hacer política y gobernar en estas condiciones merecía la pena o no: una reflexión personal para una decisión personal. Podía contestar sí o no y la respuesta ha sido sí. Todas las precondiciones y condiciones que se han añadido a una opción o a la otra los hemos ido metiendo nosotros, no el Presidente.   

Pedro Sánchez ha recuperado de golpe su humanidad, para luego interpelarnos directamente a todos nosotros y preguntarnos si vamos a permitir que la política en España siga degenerando en ese territorio donde parece que únicamente lo putrefacto y lo amoral puede progresar. Cada uno tendrá su respuesta. El PP ya ha dado la suya y ya sabemos todos a qué atenernos. Duro y a la cabeza.

Frente a ello, Pedro Sánchez ha hecho lo que le pedían los suyos y se queda con los suyos en fila de a uno que, ni de lejos, lo estaban. Se queda con sus socios viéndose en la tesitura de escoger, salir de la ambigüedad o incluso pedirle más; ahora y mañana. Se queda avisando que está listo para aguantar lo que le echen, a él y a su entorno. Se queda dispuesto a conectar con un estado de ánimo profundo que parece ir armándose en el país: así no podemos seguir y hay que tomar decisiones.

La pausa de cinco días ha abierto muchos debates, pero sobre todo ha colocado en el centro de la agenda el elefante en la habitación del cual nadie quería hablar. En España se ha institucionalizado un sistema donde alguien fabrica un bulo, usando en no pocas ocasiones los aparatos del Estado, un medio financiado con dinero público lo publica, los actores políticos lo meten en el debate político nada menos que en sede parlamentaria y, antes o después, algún juez lo convierte en una investigación penal que dura el tiempo necesario para cobrarse la cabeza del señalado. 

El primer problema de España tiene un nombre: se llama regeneración democrática. Él se queda para que hablemos de ella y hagamos algo al respecto. ahora hay que hacerlo. La derecha sigue y solo quiere hablarnos de lo malo que siempre ha sido y siempre será Pedro Sánchez.

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