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Una ruta por sorprendentes edificios de Chueca y Salesas de la mano de Lorena Cardeña

Somos Chueca

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Acostumbrados a vivir la ciudad con prisas, se nos olvida muchas veces que, para disfrutar de las cosas buenas de la vida, es necesario abrir los ojos y mirar hacia arriba. Por eso, Lorena Cardeña (@bujarin) se ha propuesto en la revista de viajes TravelerTraveler que nos olvidemos de la pantalla del móvil y disfrutemos de una ruta por las arquitecturas, fachadas y edificios singulares que conviven con las estampas más castizas.

Tres son los lugares de Chueca y Salesas que aparecen como paradas indispensables: la llamativa fachada del edificio de los lagartos (C/ Mejía Lequerica, 1) el modernista Palacio de Longoria (C/ Fernando VI, 4) y El Pabellón de “El Espejo”, un acogedor kiosco acristalado en pleno Paseo de Recoletos, frente al mítico Café Gijón.



«Vámonos al centro-centro, bordeando Malasaña: basta ya de ir de bar en bar. Si alzas la vista, quizás redescubras el barrio hypecastizo de la capital. Empezamos un poquito al norte, en Alonso Martínez y en su calle Mejía Lequerica (número 1). ¿Qué hacen unos lagartos como vosotros en un edificio como éste? Además del reptiliano detalle, puede que te llame la atención sus dimensiones... es once veces más largo que ancho y oh, benditos inquilinos, esto provoca que todas las ventanas de la casa sean exteriores. Muy cerquita, en Fernando el VI, te encontrarás con el edificio de la SGAE, una arquitectura tan excesiva como atractiva, símbolo del Modernismo de la ciudad (tanto, que le llaman el 'edificio pastel o tarta'). Y acabamos la ruta tomando un café en la mediana del paseo de Recoletos (o un menú del día, delicioso y arquitectónicamente inmejorable)».



Estas son las tres últimas paradas de una ruta que comienza en el número 37 de Avenida de América, donde se levantan las Torres Blancas, un edificio racionalista que sirvió como escenario de la película The Limits of Control de Jim Jarmusch y que fue levantado en 1968 por el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza.

La segunda parada se detiene en Ventas «donde encontramos dos calles que parecen sobrevivir milagrosamente a la plaga de edificios de más de cuatro plantas de la zona. Haz parada y recorre atónito las calles Roma y Castelar. Mariano Belmás Estrada fue el 'culpable' (gracias, Mariano) de la proyección de estas casitas de las que quedan hoy en pie una docena. Esta colonia moderna te robará el corazón. Y el Instagram. Prometido», dice Lorena.

En el otro lado de la moneda, la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, mole de cemento gris que se levanta en la Calle del Conde de Peñalver y que es el máximo exponente del brutalismo en Madrid. «Merece la pena echar un vistazo a su interior y ver las ondulaciones de los techos (más bajos de lo que te esperarás encontrar) sobre los feligreses», recomienda.

El edificio Críspulo Moro es el cuarto edificio indispensable. ¿Su toque distintivo? Sus características cúpulas de inspiración oriental que parecen salidas «de las Mil y una noches en la calle Alfonso XII», comenta Lorena. Un poco más arriba, al principio de la calle Santa Isabel, la Filmoteca Nacional (antiguo Cine Doré), cuya fachada actual data de 1923.

Deste allí nos propone dejarnos caer por el corazón del Rastro, el número 29 de la Ribera de Curtidores 29, donde están las Galerías Piquer, del arquitecto José de Azpiroz y Azpiroz, donde están «las mejores antigüedades de la ciudad (y las mejores estatuas). No te vayas sin visitar los tesoros de Pepa Adrados de Llano en Antigüedades El Jueves», aconseja.

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