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Una gata solidaria y una minibiblioteca destruida: cómo Javier Castro creó la editorial Newcastle en la Murcia vaciada

El escritor y editor Javier Castro frente a una de las múltiples estanterías de su hogar

Marta Hernández Cano

Murcia —

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Corvera es una pedanía de la capital murciana situada en el Campo de Cartagena, a 20 km de la ciudad de Murcia y a 35 del Mar Menor, habitan en ella poco menos de 5.000 vecinos, y está hermanada desde el año 2003 con la ciudad británica de Newcastle.

El escritor y editor Javier Castro (Plasencia, 1966) –tío del popular filósofo Ernesto Castro- fundó la editorial Newcastle en el año 2015; se mudó a Corvera en el año 2020; y ha sido consciente del hermanamiento entre tan remotos lugares a finales de abril de 2024. Exactamente en el momento en el que preparando este reportaje topo con esa información, de la que el editor no me había comentado absolutamente nada, y frente a la que reacciona con un: “¡No me jodas que Corvera está hermanada con Newcastle! ¡Lo flipo!”.

El mundo está lleno de casualidades verdaderamente improbables. Los inicios de la editorial Newcastle, con sede en Corvera; con Javier como director y la gata Misha como ayudante (y nadie de ninguna otra especie más); y con unos 37 libros publicados hasta día de hoy, tuvo que ver más con el vandalismo que con el proceso de hermanamiento de dos localidades tan remotas entre sí como si hubieran sido señaladas al azar con los ojos cerrados frente a un globo terráqueo que da vueltas.

¡No me jodas que Corvera está hermanada con Newcastle! ¡Lo flipo!

Cómo se gestó Ediciones Newcastle

“Por las mañanas trabajo en el Centro Párraga –Centro de Cultura Contemporánea de la Región de Murcia–, en la fachada hay una falsa ventana muy pequeña, donde un grupo joven solía reunirse y hacer botellón, por lo que pensé: voy a aprovechar este hueco para montar una especie de biblioteca pública y que los chavales puedan coger los libros y leerlos”, explica el editor.

Entonces pensé: ‘No voy a permitir que estos cabrones rompan otros quince libros. Voy a montar una editorial, voy a poner libros en todos lados de España y se van a joder’

“Compré unos 15 títulos: algunos de Manolito Gafotas; otro de Iker Jiménez; alguno de Kafka e incluso creo recordar que uno de Dostoyevski, para que hubiera un poco de todo, y los coloqué en el alféizar de la ventana con un cartel que rezaba: ‘Esta es la biblioteca más pequeña del mundo. Por favor, cuídanos’”, contándolo, Javier utiliza un tono serio que anuncia el desastre.

“A los 20 minutos, habían convertido los 15 libros en 10.000 trozos de papel. Los habían roto, incluyendo las tapas duras, algo que me sorprendió porque realmente mostraba un esmero en destrozar aquello. Yo imaginé que quizá podrían coger los libros para venderlos, pero jamás que destrozarían hasta las tapas duras. Entonces pensé: no voy a permitir que estos cabrones rompan otros 15 libros. Voy a montar una editorial, voy a poner libros en todos lados de España y se van a joder”. Dicho y hecho: así nació Ediciones Newcastle.

La destrucción de libros, o su censura, existe desde que el conocimiento se entendió como un peligro. Sin embargo, al igual que fue el destrozo de aquellos quince ejemplares lo que posibilitó la fundación de una nueva editorial en un remoto lugar de la Murcia vaciada, fue también la quema de libros a lo largo de la Historia lo que inspiró el 'Fahrenheit 451' de Ray Bradbury en 1966, o la censura de la 'Fariña' de Nacho Carretero en 2018 lo que disparó sus ventas y hasta impulsó una serie inspirada en el libro.

En todos estos casos, se sucede una pulsión de rebeldía y resiliencia frente a la destrucción cultural que Javier Castro razona así: “Hay gente rompiendo libros porque hay gente que hace libros. Me da igual que la gente no lea, es como quien no folla, ellos se lo pierden. Me da igual que la gente rompa libros porque yo no trabajo para esa gente, yo trabajo para los entusiastas de la lectura. A mucha gente la negatividad le bloquea, a mí me carga de energía”.  

Libros para gente “sin mucha pasta”

Pero montar una editorial desde cero y con el único apoyo de Misha, la gata que acompaña al escritor desde hace trece años, no parece una tarea sencilla: “Los comienzos siempre son difíciles, convencer a alguien para que publique contigo pasa porque te pregunte a quién has publicado antes, así lo que hice fue ponerme en contacto con personas a las que admiraba con locura y decirles: ‘Llevo 20 años leyendo tus libros, sé que acabo de empezar, pero por favor, piénsalo’. Así convencí a algunas personas conocidas para que publicaran con Newcastle, y eso me ayudó bastante”.

Desde el inicio hasta día de hoy, la conciencia social es algo que acompaña a Javier en cada decisión que toma –al menos- en cuanto a la editorial: “La idea es que fueran libros que todos pudieran comprar, los primeros valían seis euros, y luego siempre seis, ocho o diez. Mi idea es que alguien que sale de casa con 10 euros, por ejemplo en Madrid, pague el billete de metro, se tome un café, se compre un libro y vuelva al hogar. Lo tenía todo pensando: libros para gente como yo, sin mucha pasta”.

Actualmente, Newcastle es una editorial pequeña pero reconocida a nivel nacional, con casi 40 títulos publicados que orbitan en torno a tres colecciones: la colección marrón, dedicada a diarios, memorias, crónicas y viajes; la colección blanca o serie Écfrasis, enfocada en el arte, la arquitectura y el pensamiento y, por último, la serie recién bautizada como Clásicos Newcastle, dedicada a la publicación de obras literarias descatalogadas.

Frente a la pregunta de qué publicaciones destacaría de su catálogo, al editor le resulta complicado elegir “porque en el fondo todos los libros son como hijos a los que se quiere por igual” y, tímidamente, se anima a nombrar ‘Las desapariciones’ de Hilario J. Rodríguez o ‘Visita de año nuevo’ de Antonio Moreno, pero no se queda callado hasta aclarar que “nombrando estos títulos me doy cuenta de que podría haber escogido también otros totalmente diferentes”.

Misha, una gata editora y solidaria con “los gatos obreros de la calle”

Además de Javier, la otra única componente de Ediciones Newcastle es la gata Misha, una imponente-simpática-arisca felina de trece años a la que se puede ver con frecuencia en las imágenes que la editorial sube a redes. La única diferencia entre Javier y Misha es que la segunda prefiere usar los libros como almohada.

Después del porno, lo más buscado en Internet son los gatos. Además, tienen esa mezcla entre doméstico y salvaje, como los libros.

“Misha representa para mi algo muy importante, esta es una editorial pequeña y necesitaba una imagen que no fuera yo –no soy un megalómano-, entonces pensé en la idea estereotipada de los rusos con tigres como mascota, ¿por qué no iba a usar a Misha como responsable de edición o comunicadora en redes? Después del porno, lo más buscado en Internet son los gatos. Además, tienen esa mezcla entre doméstico y salvaje, como los libros, aparentemente dóciles pero con energía.”

Efectivamente, la gata es una de las señas de identidad de la editorial, mostrándose en redes con carácter y opiniones propias y, sobre todo, ajenas a la de Javier: “En redes mantengo diálogos con ella. La gata me lleva la contraria. La gata elige libros. He llegado a mandar mails a autores diciéndoles: ‘Me ha gustado mucho tu obra, pero mi gata no está de acuerdo’. Creo que Misha es el toque simpático de la editorial y que ayuda a mantener una imagen muy transparente, que es la de una persona en un pueblo perdido que tiene una gata. No pretendemos ser más de lo que somos.”

La presencia de Misha en Newclastle no se limita a su presencia en redes, parte de los beneficios que obtiene la editorial van destinados a mantener una colonia de diez gatos callejeros en Corvera, cerca de la casa del editor: “Eso hace que la gata, además de ser una gata editora, sea también una gata que se solidariza con los gatos obreros de la calle”.

El complicado idilio entre la Región de Murcia y una cultura crítica

La labor de un único trabajador al frente de una editorial ubicada en un lugar remoto ya parece una tarea compleja, por lo que cabría suponer que al menos las políticas y los presupuestos destinados a la cultura de la Región favorecen –o al menos fomentan- este tipo de actividades, pero nada más lejos de la realidad: “Soy muy crítico con las políticas culturales de Murcia, digamos que no es una Región fácil para hacer libros. Vengo de Extremadura: ahí van autores, escritores y poetas a los institutos, existe mucho apoyo al fomento de la lectura y aquí no tanto” –explica el editor, que prosigue: “Creo que existe un gran desinterés por una cultura que no esté relacionada con el espectáculo, con atraer turismo. No veo interés en fomentar la cultura para el ciudadano que paga impuestos en la Región, una cultura que sirva para crear una sociedad más crítica y, como consecuencia, una política mejor”

Sé que supone que alguien se pueda enfadar, pero lo cierto es que lo digo desde el cariño y lo que quiero decir es, simplemente, que creo que hay que intentar mejorar y que es posible hacerlo

Está en el carácter de Javier ponerse el mundo por montera y creer en la posibilidad, por ejemplo, de que una editorial impulsada por un solo hombre -y una gata- en un entorno que no acompaña pudiera funcionar. Y así ha sido. No es de extrañar entonces que, en consonancia con ese carácter quijotesco, el editor termine por decir: “Para mí es muy raro decir esto porque trabajo en la Consejería de Cultura, por lo que supone un ejercicio de valentía decir que Murcia no tiene una buena política cultural. Sé que supone que alguien se pueda enfadar, pero lo cierto es que lo digo desde el cariño y lo que quiero decir es, simplemente, que creo que hay que intentar mejorar y que es posible hacerlo”.

La relación de un editor con la literatura

El hogar de Javier, que hace las veces de editorial, no es poco menos que una biblioteca. En todas las estancias –excluyendo baños y cocina, de momento- habitan estanterías de un extremo a otro de la pared, del suelo al techo, incluso formando pequeños pasillos dentro de una misma habitación que permiten albergar más libros de los que en un principio se supondría atendiendo al espacio disponible. “Para mi leer es lo más importante de mi vida. A las personas que nos gusta leer mucho nos gusta la vida. La vida tiene fases, y tiene azar, y tiene estar en la playa. Hay quien piensa que los libros alejan a uno de la vida, y en realidad es todo lo contrario”.

La relación del editor con la literatura es extremadamente visceral, incluso sagrada. Más que una biblioteca, tiene un altar: “La experiencia de la lectura es algo muy empoderante, leer es echarse encima capas y capas de vida, y lo que en principio son solo palabras de repente pasa a ser también carne. Leer a mí me hizo indestructible frente al pesimismo”. La estima que Javier profesa a la literatura pasa también por definir a un buen escritor como “alguien que te hace querer matarle”: “Hay personas tan buenas que lo único que puedo hacer es preguntarme cómo lo hacen, cómo son capaces. Definitivamente la escritura es un don”.

Autoras que todavía no están en Newcastle, pero se las espera

Las estanterías de la nutrida casa-biblioteca del extremeño albergan todo tipo de temáticas, ordenadas en una suerte de categoría por nacionalidades en algunas estancias, de época histórica en otras, y en las que se puede incluso encontrar ejemplares con la firma manuscrita de Azorín en 1958.

“No voy a tirar balones fuera, mi biblioteca parece un club gay de Chueca"

Autores de todas las épocas y localizaciones, pero muy pocas autoras, ante lo que Javier admite: “No voy a tirar balones fuera, mi biblioteca parece un club gay de Chueca, aquí hay más tíos de los que hubo en la mili. Evidentemente es algo que tiene que cambiar”. Se muestra consciente de la profunda ausencia de autoras en la literatura que conocemos: “En los clásicos griegos hablamos siempre de Aristóteles, de Sófocles, de tantos varones entre los que solo está Safo; pero es que llegas a los siglos XVIII o IXX y sigue habiendo poquísimas mujeres; en el siglo XX destacamos a Unamuno o Valle-Inclán, machirulos al poder que coexisten con escritoras excelentes pero silenciadas, como Pardo Bazán o Carmen de Burgos.”

Confiesa que como editor las cuotas no están mucho más igualadas: “¿Por qué publico más tíos que tías? Porque me cuesta encontrar manuscritos de mujeres, que normalmente escriben más ficción que biografía”, una afirmación que hace resonar ecos de otra época, cuando Anónimo era el pseudónimo de la mujer que se atrevía a publicar. “El reto actual se encuentra en que la mujer escriba sobre su propia experiencia en primera persona”, algo que quizá todavía no sucede con la suficiente fuerza porque, tal y como refleja la escritora y periodista Luna Miguel –una de las autoras que sí habita las estanterías de Javier Castro–: “A menudo confundimos el relato de la vulnerabilidad –el término ‘intimidad’ también nos sirve- con la exhibición, y si ese relato lo ha gestado una mujer, con la degradación”.

Además de igualar el número de autoras y autores que copan sus estanterías, y de eliminar la brecha que todavía existe entre el número de publicaciones escritas por hombres y las escritas por mujeres en Ediciones Newcastle, en una mirada al futuro, pregunto a Javier qué espera de la editorial: “Seguir, seguir haciendo libros. Morir haciendo libros. Eso es lo que me encantaría”. 

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