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Madrid le dedicará una calle a Manolo Trillo, fundador de COGAM

Somos Chueca

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La Junta Municipal de Distrito Centro del Ayuntamiento de Madrid ha aprobado por unanimidad de todos los grupos (PP, PSOE, IU, UPyD) una propuesta presentada por Jorge Escobar García-Antón, del Grupo Municipal Socialista, interesado en asignar una calle de la ciudad de Madrid el nombre de Manuel Trillo, activista LGTB y fundador del Colectivo Gay de Madrid (COGAM).

La propuesta pedía que la calle estuviera ubicada en el barrio de Justicia, demarcación administrativa de Chueca, pero dada la dificultad de encontrar una vía disponible en esa zona se acordó, mediante enmienda transaccional, realizar gestiones superiores y especializadas en las que se tratará de buscar en otro barrio, espacio o lugar del callejero madrileño, la calle a la que asignar el nombre de Manuel Trillo.

Un merecido homenaje a un infatigable luchador

Manuel José Trillo Losa, conocido por todos como Manolo Trillo, nació en 1960 y falleció el 13 de febrero de 1998 en Bahía de Caráquez (Ecuador) víctima del VIH-SIDA. Una batalla que no consiguió ganar pero que sí se materializó, gracias a su espíritu de lucha, en un valiosísimo legado vital que ha pervivido a lo largo de los años. Los que le conocieron coinciden, de manera unánime, en señalar que fue una persona divertida, espontánea y de fuerte carácter, pero sobre todo luchadora.

Todas las causas, eran su causa: yonkis, chaperos y prostitutas, gitanos, inmigrantes, gays y lesbianas, portadores de VIH y enfermos de SIDA... y por ello trabajó intensamente por la información, la educación sanitaria, la prevención y la superación de los prejuicios que alimentaban los miedos y recelos hacia las personas con VIH-SIDA y otros colectivos marginales.

No tubo la oportunidad –por poco– de beneficiarse de la vacuna contra la poliomielitis al nacer, lo que le dejó una pequeña minusvalía que le daba derecho a vender cupones de la Asociación de Promoción de Empleo al Minusválido y de la ONCE con los que se ganaba el sustento. A veces la utilizaba como herramienta para boicotear a algún conferenciante: le bastaba con colocar la “pata mala” sobre la mesa para que se hiciera el silencio. Una anécdota que evidencia su carácter transgresor y su continuo afán de superación.

De carácter rebelde, su vocación activista nació siendo aún muy joven, cuando comenzó a militar en grupos gais como AGAMA, se sumó a la coordinadora de Barrios y, ya en el año 1985, inició desde el Comité Ciudadano Anti-SIDA de Madrid y su grupo de auto-apoyo “El ciempiés” su férrea lucha por los derechos de las personas con VIH.

No le frenaron las dificultades para formalizar un contrato de alquiler ni las trabas administrativas, que obligaron a atender a la gente desde su propia casa al no tener un local. Durante esos dos años se ofreció a que su teléfono particular apareciera en los folletos de información y no dudó en descolgar el teléfono personalmente para tranquilizar a muchas personas angustiadas, romper silencios y acallar miedos sobre el Sida.

Un año más tarde, en 1986, se unió a Emilio Gómez Ceto y Rafael Luz Sánchez para crear la primera asociación homosexual madrileña. Un grupo al que llamaron Colectivo Gay de Madrid y que hoy conocemos como Colectivo LGTB de Madrid (COGAM). También estuvo en los movimientos de la teología de la liberación, fue cristiano de base y trabajó con Enrique de Castro.

Él mismo se definía así en una entrevista que le concedió al diario El País el 18 de marzo de 1987, donde quedan perfectamente claros sus valores y su filosofía de vida, bastante alejada de los estándares sociales y del entorno conservador en el que creció. En su día a día daba apoyo al colectivo LGTB, trabajaba como educador de calle de drogodependientes y profesionales del sexo y participaba activamente en el Comité Ciudadano Anti-SIDA:

«Soy cristiano y creyente, tenía vocación de cura, pero no de célibe, y resulta que te obligan a ambas cosas en el mismo lote. El hecho de salirme del seminario no me ha hecho cambiar de opinión. [...] Lo único que pasa es que me siento profundamente alejado de la Iglesia tal y como existe hoy, y supongo que ellos de mí. A ello hay que añadir que asumir mi homosexualidad me impedía seguir allí dentro y que a los que yo considero oprimidos y marginados ellos los consideran pecadores y degenerados.



[...] Soy cristiano porque creo en la teología de la liberación; si no existiera ésta o San Francisco de Asís, no creería en la Iglesia. [...] Necesito realizar trabajos sociales y preocuparme por mis semejantes. No lo hago como una proyección del sacerdocio, sino como una labor normal y concreta de un cristiano de a pie. [...] Es muy difícil hablar de reinsertar a alguien en una sociedad que no tiene la cara muy limpia. La libertad política puede que haya llegado, pero la libertad sexual no».

Vivió intensamente el Madrid de La Movida, tratando de mejorar la sociedad los 80, que apenas comenzaba a despertar del letargo de la Dictadura y a saborear su libertad. Libertades que se convirtieron en un arma de doble filo: la experimentación llevó a muchos a la adicción a las drogas y al contagio del VIH por intercambiar jeringuillas infectadas con el virus y mantener relaciones sexuales de alto riesgo sin protección.

Abiertamente homosexual y enfermo de VIH/SIDA, fue uno de los primeros en plantarle cara a la estigmatización social y aparecer en los medios de comunicación para hablar claramente de la enfermedad y la importancia de informar sobre la prevención y reivindicar una atención sanitaria y social pública, digna y de calidad.

No era solo un gay visible (lo que a mediados de los ochenta era ser valiente) sino que hablaba de que tenía SIDA, para lo que había que ser realmente valiente. Un papel que le hizo vivir en primera persona la discriminación, pero que supo aprovechar para que le recibieran personas del gobierno del entonces alcalde, Joaquín Leguina, y hasta el Ministro de Sanidad y Consumo de la época, Julián García Vargas, consiguiendo que se lanzaran campañas de información y prevención y se dotara de más recursos asistenciales a los enfermos.

Tras años de intenso trabajo, en 1993 emprendió un largo viaje que le llevó por diferentes países: México, Guatemala, Marruecos y Ecuador. En 1998, gravemente afectado por la enfermedad, su cuerpo no fue capaz de aguantar más y perdió la vida a sus 38 años de edad en Bahía de Caráquez (Ecuador) junto a su fiel compañero, gran amor y entregado amante: Gerardo Gutiérrez.

Con motivo del 25 aniversario de la creación del COGAM y coincidiendo con el 30 aniversario de la publicación de los primeros casos de SIDA, en junio de 2011 se le rindió un sentido homenaje como miembro fundador. Entre los actos conmemorativos, se organizó una exposición de las pinturas de su pareja (que fue pintor, dibujante y fotógrafo), en la que quedó al descubierto el lado más íntimo y personal de Manolo con sus pinturas y las semblanzas que le dedicaron amigos y compañeros.



«"A los que nos dejaron y ya no están, pero que sin estar, siguen siendo...

 A los que nos enseñaron a utilizar nuestras fuerzas...

   A todos, gracias..."



Manuel Trillo



Y a ti, Manolo, cuya sonrisa nos sigue invitando a vivir...»



Toñi. El corazón lleno de nombres



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