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Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera

Julio llegó antes de la primavera

Somos Chueca

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Aquella mañana me levanté con los pelos de otra.

Mi cabeza parecía un sembrado. Y después de aquella noche que había pasado mi autoestima también.

No se por qué empezamos con una cena agradable en el Krachai, donde degustamos unos… no eso mejor otro día; y después de la cena unas copitas. Todo iba de maravilla hasta que decidimos irnos a mi casa.

Al principio bien, pero luego no sentía eso que siento a veces y que me hace vibrar, pero aquello debía continuar. Mal momento para cortar, aunque era lo que más me apetecía. Gracias a Dios se fue prontito y pude disfrutar de mi futón y mi almohada de plumas hasta que amaneció.

Cuando me levanté mi miré al espejo y me sentí mal. Me veía mal. No me gustaba nada, nada, nada.

Esta noche he quedado con mis amigos y no quiero que vean que estoy de bajón. Voy a ser como a mi me gusta. Andaba dando un paseo con mi perro Brest y vi a Julio en la puerta de su local tomando el aire. Él dice que no, pero miró mi cabeza (supongo que por defecto profesional) y pensé que las cosas siempre pasan por algo.

Nos miramos y sentí que lo necesitaba. Un buen arreglo. Entré dentro del salón de Julio (Campoamor 9). Decidí cambiar

“de vida” en ese momento. Me dejé en sus manos.

Me lavaron el pelo mientras el sillón me masajeaba el cuerpo. El aroma del champú y el agua caliente por mi cabeza me hizo cerrar los ojos y soñar. El suave masaje que me daba la chica para lavarme me hacía casi entrar en letargo. Que maravilla.

Cuando terminó, y con el pelo mojado, me senté en el sillón de Julio. Sentí sus manos acariciando mi pelo y moviéndome la cabeza con suavidad de un lado para el otro para ver los perfiles de mi rostro y entender qué es lo que mejor me quedaría.

Hablamos de personajes famosos que yo valoraba. Una fórmula muy buena para entender mis gustos.

-       «Pues creo que te vendría bien cortar un poquito». Me dijo Julio.

-       «No se, me da un poco de miedo», le contesté pero… cerré los ojos y le dije que sí con un solo movimiento de cabeza.

Seguía con los ojos cerrados, mientras oía el rápido moviendo de sus tijeras. Sus manos me movían de un lado para otro. Sentía sus suaves dedos en mi pelo, mientras me hacía preguntas sobre mi.

Finalmente escuché: «Ya está». Abrí mis ojos y la sorpresa fue mayúscula. Como por arte de la magia, la magia de Julio. Ya no era yo. En el reflejo del espejo apareció alguien más joven y seductor… más sensual y atractiva, más guapa… Sí, pero, ¿era mi imaginación?

Rápidamente salí de dudas y, mientras me ponía el abrigo, entró “alguien” que me miró y sonrió. Que regalo. Esa noche sería… buena, muy buena.

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