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Inminente demolición de la obra “Todo es felicidá”, de Jack Babiloni

Somos Chueca

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Esa impresionante intervención grafitera que decora la fachada del palacete de 1886 donde confluyen las calles Orellana y Campoamor tiene los días contados. El 6 de noviembre su autor, Jack Babiloni, conocía la noticia de la inminente demolición de su obra “Todo es felicidá”, que pintó durante 15 días (discontinuos) entre el 4 y el 28 de marzo de 2008, para la propiedad del inmueble decimonónico madrileño.

Una fachada de 900 metros cuadrados y 68 pinturas realizadas con la técnica de silicio sobre fondo de cal que no dejan indiferente a nadie y que se ha convertido en todo un atractivo turístico de la zona. Con una paleta de tan sólo cuatro colores —negro, amarillo, azul y ocre— se pueden ver personajes de la mitología clásica (griega y romana) y unos textos, un tanto ilegibles, que han generado polémica desde el mismo momento de su inauguración.

Era el año 2003 cuando la propietaria del edificio se propuso acometer las obras de rehabilitación. Fue entonces cuando contactó con  el aparejador Luis Cercós, quien le propuso una restauración sin renunciar a lo original: decorar la fachada. Con un artista en la familia como Jack Babiloni –su hermano– la elección estaba clara y, tras pedir las pertinentes licencias municipales y el correspondiente pago de tasas, se puso manos a la obra el 4 de marzo de 2008.

La cuestión es que esta rehabilitación integral, que afectó a patios, cubiertas, fachadas, interiores y escaleras, no solo se hizo sin la licencia concedida e incumpliendo una orden de paralización, sino que también aumentó el volumen del edificio e incorporó un ascensor que no cumple con los requisitos. Por ello, se abrió un expediente de restablecimiento de la legalidad urbanística y otro sancionador.

Tras años litigando en los tribunales y dos expedientes municipales a sus espaldas, ahora la propiedad tendrá que restituir a su estado original la fachada porque el edificio está protegido y la normativa obliga a preservar «los elementos que lo caracterizan y sirven de referencia para comprender su época, su estilo y su función». El problema es que, en este caso, no vale con pintar sobre lo pintado, hay que picar hasta llegar al ladrillo para destruir los frescos en seco porque esta técnica está pensada para que se conserven en perfecto estado durante unos 500 años.

La clave estaba en terminar de pintar antes de que se secara el mortero que los albañiles iban aplicando justo antes de la intervención artística. De esta manera la pintura se integra en el mortero mediante un proceso de cristalización que no sólo la hace más persistente al paso del tiempo, sino que le da un acabado brillante característico de las pinturas al fresco.

Es su innegable valor artístico lo que ha llevado a crear una petición en la plataforma Change.org para paralizar su demolición y que las futuras generaciones puedan disfrutar de ella. «Por favor, firma esta petición para que el que el ARTE sea un valor a defender, la CULTURA un objetivo a promover y la FELICIDAD un derecho universal», dice el texto.

Mientras, Jack Babiloni agradece públicamente las innumerables «muestras de adhesión conmovida que su obra ha recibido en este lapso temporal (2008-2015), por parte de organizaciones, instituciones y empresas públicas y privadas de los cinco continentes, amén de los millares de muestras de respeto por el trabajo pictórico de Jack Babiloni llegadas a las cinco páginas oficiales del artista a propósito de esta intervención parietal».

Muy lejos de venirse abajo, Babiloni ha explicado su ilusión por poder crear «obras semejantes a ésta –tanto en kilómetros cuadrados como en lirismo iconográfico– en todos los rincones del planeta (vía pública, palacetes, templos, universidades, colegios, fábricas, empresas, talleres, tiendas, negocios, estudios, bufetes y viviendas -unifamiliares o multivivienda-)».

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