El Ángel caído de Acuarel

Venía de hacer una compras en la tienda de mi amiga Belén La lua de Bov que está en Augusto Figueroa 27 y donde siempre encuentro algún complemento de lo más original... bajé por la calle, cruce la plaza de Chueca dirección calle Gravina. En ese momento vi como se asomaba al balcón del edificio que está justo frente a la plaza.

Hice un poco el turista despistado para seguir contemplando. Para mí no era una sensación nueva. Aquello me había sucedido otras veces, aunque ese día... ese día fue diferente.

Entré en Acuarel (Gravina 10). El bullicio de la gente apenas me dejaba escuchar la música. Pedí un té, un príncipe Chals, para intentar pasar el tiempo. Un aroma a jazmín e incienso quemado inundaba el ambiente creando una vaporosa atmosfera. La tenue luz del local se acrecentaba con el resplandor de la farola que esta frente al gran ventanal.

Yo andaba ensimismado, mirando la gente por la calle pasar. Cuando se abrió la puerta mis ojos estaban ciegos contemplando su cara. Me miró, se acercó y se sentón conmigo. Siempre había pensado que encontrarme con alguien de esa manera solo pasaba en las películas, pero no, allí estaba yo. Sentada, mirando absorta su cara y escuchando.

Mi conversación era parca en palabras, quizás por timidez, a veces por distracción. Intentaba entender lo que la pareja de franceses que estaban sentados en la mesa de al lado decían.

La música cambió, unos acordes de piano y… aprovechó para besar mis manos.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. La verdad no me esperaba eso. Sin soltar mis manos empezó a relatar su triste historia. Una vida de lo que hace años fue y lo que ahora sufría para llegar a ser. Pero a mí me encantaba escuchar. Es como un ángel. Un ángel caído… pero mi ángel. El Ángel caído de Acuarel.