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El turismo de los otros

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Es difícil que un problema complejo como el del turismo tenga una solución simple.

Las respuestas simples normalmente suelen salir desde el sectarismo ideológico, sea el que sea, de la defensa de intereses, de un enfoque parcial del tema, o en algunos casos también pueden venir desde una posición desesperada, que nos obliga a abandonar los matices, porque la solución urge.

Cuando un tema amplio, complejo, de múltiples aristas, lo seccionamos y analizamos una parte del mismo, podemos encontrar una solución parcial. Evidentemente será más fácil, más abarcable. Quizás sumando soluciones parciales acabemos dando con la general o al menos atemperar el problema. Pero quizás no.

Solemos dar nuestra respuesta desde nuestro punto de vista, desde nuestra posición de partida, desde lo  que conocemos. Pocos se adentran en un proceso de aprendizaje, reflexión y replanteo de las posiciones de partida. Es decir, si eres hostelero conocerás de las ventajas de los cruceros en Santa Cruz de La Palma, y desde ahí opinarás. Si tienes una vivienda vacacional echarás peste de la nueva ley que se está preparando que dificulta este tipo de actividad. Si perteneces al sector hotelero en cambio defenderás los beneficios de tus establecimientos frente a la competencia semiilegal de algunos establecimientos vacacionales y alegarás que tienes a tu personal asegurado y pagas tus impuestos, pero si eres  un trabajador de estos establecimientos, pensarás que los salarios son bajos, que las condiciones laborales son malas y gran parte de tu sueldo te lo gastas en pagar el alquiler de una vivienda que tendrá que ser compartida porque ya no hay viviendas  de alquiler de las de toda la vida, porque ahora todas son vacacionales.  La pescadilla que se muerde la cola.

Y cada uno tendrá una solución que se acomodará a  la posición de la rueda  que ocupa y la culpa estará  siempre del otro lado de la rueda.

Si  heredaste una pequeña finca de tus abuelos casi en ruina y la has arreglado, con tu esfuerzo, tu tiempo y tu dinero, sin ayudas, evitando que se pierda un patrimonio etnográfico y arquitectónico que ahora luce coqueto y apetecible, es para sentirte orgulloso, pero  algunos vendrán y te dirán que el agua que tu abuelo usaba para regar los frutales, las papas y los boniatos, ahora la usas para llenar la pequeña piscina, antes estanque, porque con el calor del cambio climático  ¿quién va a estar asándose vivo en mitad del monte? Y como ya solo cuidamos los alrededores de la casita, ahora vacacional, el campo seco amenaza arder y acaba ardiendo.

Y si tu pequeña piscina no es pequeña porque tu establecimiento no es una vivienda sino un gran hotel, y tu pequeño jardín es un campo de golf, también  pensarás que agua hay de sobra y si falta es por la mala gestión de la misma y poniendo desaladoras se soluciona.

Y la culpa es del otro.

Y también pensarás que, si no hay viviendas donde vivan los comunes o están muy caras, la culpa no será de los salarios bajos, sino que es por culpa del que dejó de alquilar la vivienda, porque le sale mejor lo de vivienda vacacional. Y en último caso la culpa será de los políticos (única verdad absoluta de todo este embrollo) que no hacen viviendas públicas.

Y siempre la culpa es del otro.

 Y si te preocupa el cambio climático la culpa será de todos los anteriores que se están cargando las islas olvidando que tú, cuando llega Semana Santa o cualquier puente cercano que cruzar, coges el avión por cuatro ecológicos euros, y te vas a Londres o a ver los fiordos de Noruega.

 La culpa siempre será del otro, del que viene de fuera, de los constructores, de los empresarios, del que alquila su propiedad, de los políticos, de los alemanes, del camarero desganado, de los inmigrantes. La culpa siempre será del otro.

En Canarias todos estamos metidos en esta rueda del turismo, de una forma u otra. Somos unos y somos otros a la vez.

Y si eres de los que miras todos estos problemas desde una óptica más elevada, más trascendente, y te  preguntas en qué se ha convertido el turismo de masas. Y reflexionas y te das cuenta que todos somos turistas de un mundo global y que ese mundo se puede ir al carajo si no somos capaces de ordenar todo este flujo de personas que se mueven, sea por razones de turismo, económicas, políticas,  o por ir a ver un partido de fútbol de la Champions. Si tienes esa visión más amplia, de donde salen las soluciones de verdad, también tienes que hacer zoom  y meterte en los detalles, en la solución a corto plazo, la que resuelve que hacer si mañana no tengo alguna reserva para mi establecimiento y no hay dinero para pagar los gastos de la casita que arreglé, la universidad del chaval o los sueldos de los empleados.

Debemos entender que Canarias es y será un suelo tensionado a nivel poblacional. Obviamente, Siberia no. El desierto del Chad tampoco. Nosotros, sí. Medio planeta quiere vivir o visitar unas islas como estas. El problema de la sobrepoblación que se atisba ya en las islas capitalinas nos debe preocupar incluso más que el turismo, y también la mala gestión del territorio, el mal uso que hacemos de él, concepto más amplio que lo que abarca el turismo. El colapso que sufre a diario la autopista norte de Tenerife no es debido al turismo, sino a nuestra dispersión edificatoria que ocupa y daña las medianías del norte de la isla, llenando las laderas de adosados y segundas viviendas y hace casi imposible optimizar el transporte público.

Bienvenidas sean las manifestaciones, porque el primer paso para encarar un problema es ser consciente del mismo. Y estamos ante uno gordo. Bienvenida sea esa voz que este fin de semana se levanta en Canarias, pero además de hablar es importante escuchar.

Estamos en una sociedad que suele permanecer callada y cuando se decide a hablar lo ha hecho de forma atropellada y sin matices. Pero me temo que es una sociedad que tampoco tiene el hábito de escuchar. Escuchar desde el lugar del otro, porque ese otro, en cuanto a turismo me refiero, somos nosotros mismos.

Porque la culpa de este embrollo es tan nuestra, como del otro. Y lo es cuanto no abandonamos nuestra desidia, nuestra comodidad, nuestro interés particular, y no queremos cambiar nada de nuestros hábitos. O quizás pasa por empezar a gestionar de forma correcta nuestro territorio más allá del turismo, y en última instancia empezar a cambiar nuestros votos.

Todos hemos acabado siendo turistas y todos acabamos dañando nuestro territorio, pero seguimos pensando que la culpa es del otro.

No busquemos soluciones simples, el problema es complejo y la solución más. Y yo la desconozco más allá de echarle la culpa al otro.

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