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Las altas temperaturas provocan que se pierda en un abrir y cerrar de ojos el agua que las lluvias dejaron en Doñana

Vista aérea de la laguna de Santa Olalla el pasado 18 de abril.

Antonio Morente

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Las lluvias de marzo han dejado en Doñana un agua que ha venido muy bien, pero con la prudencia de que no solucionan el problema de fondo del mal estado del acuífero. No sólo eso, sino que el ansiado elemento está desapareciendo a una velocidad vertiginosa tanto de marismas como de lagunas, y es que las altas temperaturas están provocando una evaporación acelerada que además dificulta que muchas especies completen con éxito la cría que ya han iniciado.

Las precipitaciones han sido muy bienvenidas, permitiendo que el parque luzca una hermosa estampa que hacía años que no se veía por estas fechas. Pero desde el principio se ha apelado a la prudencia, básicamente porque con todo lo caído (ha sido el segundo marzo más lluvioso del último medio siglo) se han alcanzado los 404 litros por metro cuadrado en lo que va de año hidrológico, cuando la media está por encima de los 500. Es decir, que todavía se está por debajo.

Así lo constata el análisis realizado por la Estación Biológica de Doñana (EBD), que ya desde el principio señaló que se mantenía en una “situación de expectativa y cautela” y que ahora constata que hay grandes zonas de la marisma que se han inundado y una vegetación “abundante y en crecimiento”. El problema es que las altas temperaturas están haciendo que el agua acumulada se evapore con rapidez.

Lo caído le ha venido muy bien a la marisma, que requiere de unos 100 litros por metro cuadrado durante todo el año hidrológico (que va de septiembre a agosto) para que las arcillas del suelo se empapen y, a partir de ahí, todo lo que llegue de más comienza a inundar la llanura y además se infiltra –de forma lenta, eso sí– al acuífero. El resultado es que ahora presenta buen aspecto el 78% de las 28.000 hectáreas que hay de marisma inundable, lo que supone 22.053 hectáreas.

Contraste entre marisma y lagunas

Hay mucha superficie, pero las estaciones de medición señalan que “la lámina de agua no es muy profunda”. Como ejemplo se pone la de Honduras del Burro, que alcanzó los 38 centímetros el 9 de abril pero que a partir de ahí ha ido bajando el nivel a razón de 2,8 milímetros diarios. Lo mismo ocurre en la de Resolimán, que llegó a 42 centímetros y que ahora desaparecen a un ritmo de 10 milímetros al día, unos datos por cierto cuya evolución se pueden consultar directamente.

A las lagunas temporales, en cambio, les ha ido sensiblemente peor y su situación “es más preocupante si cabe”, básicamente porque al estar en suelo arenoso dependen sobre todo del nivel de las aguas subterráneas, que tardan más en reflejar los nuevos aportes. A esto se une su mal estado, ya que la Estación Biológica recuerda que la evolución de la recarga está sujeta al uso humano, de manera que “si se extrae más agua de la que se recarga con las lluvias, el nivel continúa bajando”, que es lo que está pasando en Doñana.

En este paraje natural hay cartografiados 2.811 cuerpos de agua, un recuento que se hizo en un momento de máxima inundación que contrasta con el actual, ya que ahora sólo hay 56 que tienen algo de agua. Esto supone el 1,9% del total de cuerpos de agua, porcentaje que sube algo más (hasta el 11,5%) si se tiene en cuenta el total de la superficie inundable de las lagunas. Este incremento obedece a que las más grandes (Santa Olalla, la Dulce, el Hondón...) y las que se ubican en las zonas más bajas sí se encuentran inundadas.

“La situación en Doñana cambia a un ritmo vertiginoso”, apunta el análisis, que indica que las lluvias han supuesto una “oportunidad” para criar este año para muchas especies de aves acuáticas. Pero esta noticia positiva puede darse la vuelta rápido, ya que la acelerada evaporación de lo que ha caído “puede provocar que no haya agua suficiente para que les dé tiempo a completar la cría con éxito”.

Lagunas que se llenaron y ya están secas

Lo mismo le ocurre a las crías de especies acuáticas como los anfibios, que los organismos no se pueden desarrollar por completo porque la evaporación les deja sin hábitat, sobre todo en las lagunas más pequeñas. De hecho, ya se aprecian plantas acuáticas en terreno seco, “lo cual evidencia la rapidez con la que estos cuerpos de agua han aparecido y se han desvanecido en muy pocos días”. Hay humedales, y como ejemplo valga la de la Dehesa, que se inundaron con las lluvias y ya están otra vez secas.

La perspectiva es que toda esta agua se evapore de aquí al verano si antes no vuelven a caer chaparrones, lo que ya es menos probable que ocurra hasta otoño. “Esto ha aliviado los problemas de sequía más inmediatos, pero gran parte de los problemas de agua en Doñana son más profundos y no se consiguen solucionar con sólo un mes bueno de lluvias”, recuerda Javier Bustamante, vicedirector de la Estación Biológica y responsable de la ICTS-Doñana, que ya avisa: para salvar la próxima invernada y que no sea tan catastrófica como la pasada “es necesario que llueva el próximo otoño e invierno”.

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