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Un tour 'pormishuevista' por el urbanismo especulativo de La Manga: “Vendieron un paraíso que tenía trampa”

Una de las viviendas de lujo de la Veneciola. La Manga (Murcia).

Aldo Conway

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El pormishuevismo es un -falso- movimiento artístico que analiza las grandes obras de la arquitectura especulativa y corrupta de nuestro país. Así, al menos, es como lo define Erik Harley (Barcelona, 1993), su creador, a través del micrófono de un autocar a los asistentes de su última ruta pormishuevista por La Manga del Mar Menor. El divulgador catalán, muy conocido en redes sociales desde su cuenta @preferiria.periferia, organiza tours guiados por todo el país exponiendo los casos más incuestionables de pormishuevismo, urbanismos que rehuyen de la funcionalidad, el pragmatismo y de la estética para destinar recursos a la única cariátide sobre la que se sostiene: el lucro. Con su característico casco de obra blanco, Erik comienza, con su particular acidez, a aportar contexto. “La Región de Murcia es una de las comunidades autónomas españolas que más ha sufrido en las últimas décadas en manos de los pormishuevistas. Por eso, para entender la dimensión de semejante despropósito, nos adentraremos juntos en algunos de los ejemplos más flagrantes de estas tierras que han destrozado su patrimonio natural y cultural en nombre de la especulación y el turismo. O sea que, durante las próximas cinco horas, cariños míos, esto es adoctrinamiento político”.

La ribera occidental de la restinga litoral pertenece a la laguna con mayor mortandad animal del mundo. La oriental, al mar con mayor mortandad humana. La Manga del Mar Menor es el lirio que crece entre dos tumbas; entre cementos y mármoles. Su color se apaga y a su olor lo sustituye otro; todo más gris, en cualquier caso. Atravesar la Manga de sur a norte -o de norte a sur- lleva un buen rato, ya que es un recorrido urbano de casi veinte kilómetros a través de una única calle. Es curioso un lugar ubicado entre dos mares en el que es imposible ver ambos al mismo tiempo. Doscientos metros dan para mucho -para muchísimo- si te dedicas a la promoción inmobiliaria. 

La idea de Manuel Fraga -sagitario y fascista, según detalla Erik-  y Tomás Maestre para el paraje natural dista mucho de lo que ha acabado siendo medio siglo después. Proyectada como una zona de alto poder adquisitivo, cuenta Harley que la primera piedra fue el exterminio masivo de la fauna terrestre. “El primero en aparecer por allí fue el fumigador, la vida era insostenible con tanto mosquito. Vendieron un paraíso que tenía trampa, porque ofrecían un vergel, un paisaje lleno de vegetación que iba desapareciendo conforme se edificaba más y más, hasta acabar en lo que veis ahora”, explica. El primer Plan Director de La Manga, de 1963, contemplaba una capacidad de hasta treinta mil personas con la intención de respetar las reservas naturales, pero pronto se desarrolló otro plan que permitiría albergar a setenta mil. El proceso de ampliación se llevó por delante humedales, arbustos, dunas, y todo lo que se interpusiese en el afán desarrollista del tardofranquismo. 

El paraje natural es ahora un erial salpicado de arbustos, el escaso matorral a trasquilones que lo conforman supone un oasis en mitad del desierto de hormigón y asfalto, que colmata la práctica totalidad del brazo arenoso que arropa al Mar Menor a las costas de San Javier. Cuando todo esto era campo, o al menos, estaba a punto de dejar de serlo, el Ministerio de Turismo decidió arrancar una campaña propagandística para atraer al turismo nacional e internacional. “Esto no es un Alsa, es una máquina del tiempo y acabamos de pasar por los años sesenta”, prosigue a través del micrófono del autocar. “¿Habéis visto la película de Julio Iglesias ‘La vida sigue igual’?” Esta película, estrenada en 1969, está basada en hechos reales y narra el origin story del cantante madrileño, que tras una lesión que le sacó del Real Madrid comenzó una carrera musical. El protagonista se muda al hotel Entremares de La Manga y conoce a una sueca y, bueno. Es una película de Julio Iglesias. El chófer del tour, atento también a las explicaciones de Harley, pregunta sorprendido:

- ¿Que Julio Iglesias tiene casa en La Manga?

- Varias, de hecho.

- No jodas, macho.

La cinta tuvo, entre otros, el propósito de promocionar La Manga como un lugar idílico en el que dar rienda suelta a los caprichos de las clases altas y, además, proveer el ecosistema perfecto para que los hombres, recién liberados sexualmente de los rígidos valores católicos, pudieran andar en contubernio con las nuevas turistas llegadas del norte de Europa. “Hay otra película”, cuenta Erik, “que es de los años ochenta y se llama Don Cipote de La Manga. Va de un cura que predica por esta zona contra la lujuria hasta que una vampira le muerde y de repente se convierte en un salido”. Lugares que inspiran al cine, como las extintas torres del World Trade Center. La Manga tenía su propia pareja de torres, Doblemar y Lagomar, de la que ahora solo queda en pie la primera. La historia de estos edificios, hermanos gemelos imponentes, está llena de elucubraciones acerca del por qué quedó medio proyecto sin terminar: defectos en la construcción, problemas con el diseño o una venganza de Tomás Maestre contra el promotor.

Parte del éxito de Harley en su tarea divulgativa es la precisión con la que el término pormishuevismo define a la perfección y, de paso, sirve para explicar muchas de las algarabías arquitectónicas que encontramos en prácticamente todo el territorio nacional. “En el pormishuevismo, querer es poder”, sentencia. El otro punto fuerte del catalán es su carisma; no es posible de otra manera poner a un grupo de treinta adultos a jugar al pañuelo y hacer un concurso de castillos de arena -cuyo resultado causó polémica hasta el último momento-. Mensaje enfadado con un énfasis desenfadado.

La última parada del tour pormishuevista frena el autocar en un andurrial que, si bien es extraño a plena vista, en un plano cenital se vuelve surrealista. Se trata de una zona conocida como la Veneciola y está atravesada por un scalextric de canales que conectan ambos mares; para el que estaba planeado construir un puerto marítimo. Prácticamente una zona de parking para residentes, pero de barcos. Sin embargo, la crisis del petróleo, la inflación, el paro y los tipos de interés acabaron por tumbar uno de los grandes proyectos de Tomás Maestre. Se trató de recuperar esta idea de una Venecia murciana en el año 2005, otra urbanización “más grande, más alta, y más pormishuevista”, según narra en su libro Pormishuevismo, una ruta por la España del ladrillo, publicado en Blackie Books (2023). “Este fue el último pollazo encima de la mesa de Tomás Maestre. No os riais, se dice así. España se ha hecho a base de pollazos encima de la mesa”.

Entre Lagomar y Veneciola, Maestre también trató de crear el puerto con más amarres de Europa, el Puerto Mayor. “Se empezó a construir y antes de que terminase lo declararon ilegal porque no tenían ni el informe ambiental necesario para su construcción”, detalla Harley en su explicación. El conflicto entre los promotores y la ley -meros conflictos de intereses- ha sido una constante en la historia del desarrollo urbanístico de La Manga. De hecho, su mera existencia viola la Ley de Costas de 1983, que prohíbe la construcción a menos de 100 metros de distancia de la ribera marina, y en la restinga murciana es imposible hallarse a más de cien metros del mar más cercano.

Entre aplausos, algunos de ellos irónicos, otros enfervorecidos, Erik Harley y su grupo de entusiastas del pormishuevismo homenajean cada esperpento urbanístico que aparece en el horizonte. El autocar deja atrás la laguna, el mediterráneo y el cordón de arena que los separa, adentrándose hacia el interior, donde las nubes sobre la silueta sombreada de Sierra Espuña conforman un mundo paralelo, más armónico, menos pormishuevista, pero irreal; todo lo contrario de lo que queda tras el tour. “Con estas cosas, hay que pensar”, concluye Harley, “que si estamos tan mal, solo podemos ir a mejor”.

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