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La desinformación prolifera en África

Clausura de la formación a periodistas africanos que Casa África organizó en Abuya (Nigeria).

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Hoy, Día Internacional de la Libertad de Prensa, quería traerles una reflexión sobre la realidad de las noticias falsas y las campañas de descrédito y desinformación, que constituyen algo enormemente preocupante en todo el mundo y, como no podía ser de otra manera, también afectan a nuestro continente vecino. Conscientes de este avance global de la desinformación, en Casa África llevamos años analizando este fenómeno, preocupándonos activamente y promoviendo propuestas formativas, alianzas y diálogos para contrarrestarlo. De hecho, la desinformación es, junto a las migraciones, el cambio climático y la igualdad, una de las cuestiones fundamentales a las que Casa África ha prestado una enorme atención en los últimos años, plasmada en algunas iniciativas como las que, a continuación, deseo poner en valor.   

Quisiera resaltar que hace ya varios años en Casa África hemos identificado el gran impacto en el comportamiento ciudadano que produce la desinformación, además de trabajar para combatirla. Creemos poner a disposición de africanos y africanas herramientas que pueden ayudarles a acceder a una mejor información en la que sustentar las decisiones que hagan que sus países avancen en su desarrollo.  

Sirva como ejemplo que, en septiembre del año pasado, organizamos junto con el ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, un encuentro de periodistas y expertos españoles y africanos centrado en los peligros de la desinformación. Además, en coordinación con nuestra Red de Embajadas españolas en África y con el apoyo financiero del mismo ministerio, hemos diseñado y llevado a cabo acciones formativas para compartir con periodistas africanos la experiencia y conocimiento en la verificación de datos de varios medios españoles que han destacado a nivel internacional por su innovación en el llamado fact-checking. Años atrás lo hemos hecho, con enorme éxito de asistencia y de respuesta, en Windhoek (Namibia), en Nairobi (Kenia) y en Abuja (Nigeria).  

Este año, además, pensamos organizar algo similar en nuestra sede, en Las Palmas de Gran Canaria, para medios y periodistas del Archipiélago, porque lo que estábamos enseñando en África (búsquedas avanzadas de Internet, verificación inversa de imágenes, procesos básicos de desmentido…) es también enormemente pertinente y útil para nuestros profesionales de la información en Canarias. Será una forma, además, de corresponder a la visibilidad que los medios de nuestro Archipiélago le dan a nuestra institución de diplomacia pública y nos incentiva a seguir compartiendo conocimientos.  

Capítulo aparte merece el tema de las migraciones, en el que trabajamos intensamente con formaciones para detectar bulos y desmontar discursos del odio en las aulas de Secundaria de nuestro Archipiélago. No nos engañemos: la xenofobia y el racismo son tan comunes en Canarias como en contextos africanos y es nuestro deber informar para evitar todo tipo de discriminaciones y favorecer una convivencia sana, siempre a través de información fidedigna y clara.  

Vuelvo a lo que venía a contarles, que es el alarmante crecimiento que la desinformación en África ha experimentado en el último año.

El Africa Center for Strategic Studies, dependiente del Departamento de Estado norteamericano, constata un incremento de casi cuatro veces en la detección de campañas de desinformación entre 2022 hasta 2023. Un fenómeno que revela cómo las redes sociales han amplificado la capacidad de los actores malintencionados para difundir información falsa a una escala sin precedentes. El impacto de la desinformación es, además, más devastador en los países en conflicto, donde la manipulación de la información puede tener consecuencias mortales.  

Según el Africa Center, Rusia emerge como el principal promotor de la desinformación en África, con alrededor de 80 campañas documentadas en 22 países.

Consideran que estas operaciones tienen como objetivo socavar las democracias africanas, fomentando la inestabilidad y erosionando la confianza en las instituciones democráticas. No muy lejos detrás, posicionan a China como el segundo mayor patrocinador de la desinformación en el continente, utilizando tácticas similares para influir en la percepción pública y contrarrestar la influencia occidental. 

Las cosas no son tan diferentes en nuestro país como lo que ocurre en los países africanos. Las migraciones y las elecciones son blancos atractivos para estas campañas, con actores externos contratados –en muchos casos- por los propios candidatos y partidos en liza, buscando alterar los resultados, difundir bulos e influir en la percepción de legitimidad de los grupos interesados. Una empresa privada israelí, por ejemplo, está implicada en la perturbación de aproximadamente veinte elecciones africanas desde 2015, demostrando la extensión global de esta amenaza. 

Mientras la desinformación aumenta, la libertad de prensa en África disminuye. Este viernes, 3 de mayo, Día Internacional de la Libertad de Prensa, es un buen momento para recordar que las legislaciones diseñadas para controlar la información se utilizan, a menudo, como pretexto para acosar y detener a periodistas. La Junta Militar de Burkina Faso, por ejemplo, recientemente expulsó y suspendió a varios periodistas por informar sobre actividades del Ejército. La libertad de prensa sufre en África, como en otros territorios, retrocesos y amenazas. Las suspensiones de medios y los apagones de internet promovidos por todo tipo de gobiernos y regímenes son también parte de un panorama en el que se persigue, con la excusa de combatir la desinformación en muchas ocasiones, sofocar la crítica y la disidencia.  

Un reciente informe del think tank italiano ISPI (Instituto Italiano de Estudios Políticos Internacionales) con un título revelador, ‘¿Está África girando en contra de Occidente?’, concede especial importancia a la desinformación como una de las causas de una oleada de opinión antioccidental en África, a la que hemos hecho referencia en otros artículos. El documento sugiere que una comunicación más efectiva y transparente podría ser clave para mejorar nuestras relaciones con un continente que espera de nosotros narrativas más equilibradas, que reconozcamos las distintas personalidades de los pueblos y dejar atrás los estereotipos coloniales.  

No solo debemos abandonar perspectivas paternalistas y simplistas cuando hablemos de África: tenemos que aparcar las agendas unilaterales y establecer relaciones igualitarias, de beneficio compartido, a todos los niveles. Cada país, nos recuerdan los académicos del ISPI, debe ser tratado de manera particular, porque de la misma forma que Francia no es lo mismo que España, Senegal no es lo mismo que Mali, Guinea o Costa de Marfil. África no es un país, como bien titulaba El País el blog con el que estuvo años nutriéndonos de información africana.  

Hay, incluso, un capítulo entero de este informe dedicado al caso específico de las relaciones francoafricanas y a la desinformación que genera un terreno fértil para la propagación del rechazo a Francia y la percepción de que Rusia podría ser una alternativa viable a la ayuda occidental. No sería justo achacar a la desinformación el sentimiento antifrancés africano: viene de largo y principalmente puede imputarse, sobre todo, a las propias políticas francesas y su relación con África. Responsabilizar a Rusia o a la influencia exterior de ese sentimiento sería hacer lo mismo que critico en este artículo: infantilizar a los africanos y ser paternalistas.

Lo que está claro, en el marco de esta desinformación, es que Rusia ha sido oportunista en el momento en que más cuestionada estaba en Occidente.  

Es conveniente aclarar también que la reputación y percepción de España en el continente africano es mucho más favorable de lo que se podría pensar. Desde Casa África, como les contaba, ponemos nuestro granito de arena con diálogo, conocimiento mutuo e iniciativas como aquellas a las que hago referencia en este artículo. Una labor que incide, aquí y allá, en contrastar, verificar y compartir información veraz que ayude a la convivencia, el desarrollo y la salud de la democracia. 

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